martes, 26 de abril de 2011

No llores Papá


Tenía 7 años de edad, yo era hijo único y estábamos esperando un nuevo hermanito a nuestra vida. Vivía con mis papas en una casa humilde; mi padre era pescador y mi madre se dedicaba a miles de diversas labores. Nos iba de maravilla; teníamos una vida muy hermosa. No teníamos mucho dinero pero nunca nos faltaba comida. Yo me divertía mucho en el mar, todo nuestro entorno era hermoso. Vivíamos cerca de una rivera y un poco más allá del rio había un gran acantilado donde mi padre tenía sus cultivos de ostras entre otros animales que utilizábamos para comer, reproducir y vender en las temporadas altas.

Mi padre era un hombre moreno de estatura media, ojos negros y penetrantes. El era muy serio y divertido su voz era maravillosa. Mi madre y yo nos divertíamos muchísimo con sus locas historias cuando pescó al gran calamar y lo tuvo que soltar porque era muy grande y no cavia en su pequeña lancha. El calamar en agradecimiento le dio el Don de la pesca; -Yo creo que tal vez esa historia fue verdad porque siempre había buena pesca aunque fuesen tiempos difíciles donde todos los demás pescaban poco o nada por días. Siempre había mucho para todos. El era muy fuerte a pesar de que no era tan grande y musculoso, siempre respetado por los moradores de la región. Aunque no era muy listo era muy sabio y conocía los sutiles mensajes que nos regalaba la naturaleza y nuestro amado mar. Hacia cálculos matemáticos tremendos y predicciones asombrosas sobre posibles días de pesca colectivos donde todos pescaban los mejores peses.

Mi amada madre ayudaba en todo lo que podía a mi padre. Vendía su pescado en el hogar; seguido subíamos al poblado a vender nuestro pescado y yo acompañaba a mi padre con el; mi madre a veces nos acompañaba siempre que quería comprar algo en el mercado regional o si quería pasar tiempo con mi padre llevaban poco pescado y decían que ese día no hubo mucha pesca; pero gracias a eso podíamos tener todo un día para estar en el poblado. Nos íbamos a comer a los jacales rurales y paseábamos por las calles del centro. A mi madre recuerdo que le encantaba que mi padre le regalara cosas. Ella veía algo que le gustaba y nunca decía nada; pero mi padre sabía lo que ella quería y en esa misma tarde o al siguiente día le daba lo que ella quería. Mi padre conocía perfectamente el cuerpo de mi madre, toda la ropa que le daba le quedaba como hecha para ella.

Mi madre era una mujer excepcional tanto como mi padre; hermosa y bondadosa. Ella sabía hacer muchas cosas. Ella tejía las redes de pesca de mi padre y hacia para vender, cuando mi padre por sus descuidos rompía sus redes ella las remendaba. Ella se dedicaba a los labores del hogar. Era una excelente agricultura, sabía muchísimo sobre la biología del lugar donde vivíamos y de plantas medicinales. Nos enfermábamos, pero era rápido y como nos enfermábamos nos curábamos muy rápido gracias a sus plantas medicinales. Mi madre era el pilar de nuestra casa; no se como podríamos sin ella. Siempre estaba ahí para nosotros, cuando mi padre por cuestiones de enfermedad no podía pescar, ella salía a realizar sus trabajos y yo me quedaba en casa con mi padre a cuidar nuestras plantas y vender el pescado.

Yo recuerdo que aprendí a nadar antes de caminar. Teníamos siempre mucho tiempo, había tiempo de sobra. Mi padre solamente se dedicaba a pescar y arreglar sus asuntos de manera muy rápida. Las pescas siempre eran abundantes y rápidas. Teníamos mucha suerte, siempre teníamos mas pesca y venta que los demás pescadores; mi padre era un hombre muy generoso y bondadoso. Yo recuerdo que el todo el pescado que le sobraba lo regalaba y las personas lo sabían; pero ellas respetaban su trabajo y pagaban por sus excelentes pescados. Recuerdo que seguido había celebraciones en nuestra playa, venían muchos pescadores y personas de diversas partes a divertirse y compartir nuestra gran felicidad y abundancia.

Teníamos una vida envidiable o al menos eso yo suponía. Yo nadaba en el mar y jugaba en el rio. Había peces de mi tamaño y mucho más grandes que yo; nunca les tuve miedo a pesar de que había muchas historias de pescadores que eran devorados y lastimados por grandes peces del rio a donde yo iba a jugar solo. Ahí yo solo en el mar, el rio, los peces y la naturaleza; todo era perfecto. Recuerdo un día que estaba jugando en las grandes copas de uno de los arboles al lado del rio; recuerdo que subíamos a esos magníficos arboles y saltábamos al agua; ¡Estaba HELADISIMA! Pero el agua era deliciosa. Un día yo de travieso, pedí permiso a mis padres para ir a jugar a las copas de los arboles; mis padres conocían perfectamente mis lugares de juego y sabían perfectamente donde encontrarme cuando no estaba en casa. Un día Yo estaba jugando uno de mis juegos mas divertidos y peligrosos, brincaba de rama en rama y de un árbol a otro árbol entre sus majestuosas copas.

Aquel estaba jugando entre estos grandes arboles y por descuido mío brinque muy deprisa y no me alcance a sostener de la rama y me resbale; yo recuerdo que caí y me golpe en mi cuerpo con las ramas mas abajo del árbol. Perdí la consciencia y caí al agua. Ese día en el rio estaban esos tremendos peces devora hombres de los que tantas historias se platicaban. Pensé yo -¿Pasare a ser un pequeño niño mas dentro de esas historias?- un niño devorado por esos tremendos animales. Me sentí muy triste porque dejaría solos a quienes mas amaba en esta vida. Mis padres. Recuerdo que alcance a sentir la helada agua en mi cuerpo y que entraba por mis narices y pulmones; no supe después que paso… Después desperté y estaba yo ahí tirado en la orilla del agua, mi pequeño cuerpecito estaba helado de frio, no se cuantas horas habré pasado ahí en el agua. Intente moverme y me costaba mucho trabajo, me dolía mi cuerpo aparte que estaba tremendamente helado. Cuando volteé un poco más hacia la orilla vi a mi padre que estaba con su cálida y amorosa sonrisa. Solo ahí mirándome yacer con mi pequeño cuerpo dolido en la orilla de ese tremendo rio.

El se acerco a mí y me dijo: -¿Ya miraste en el rio? ¿Ya viste quien esta a tu lado?- Y cuando voltee a ver, de mis ojos brotaron en mares de lagrimas; lleno de felicidad y amor. Nunca me había sentido tan amado y feliz como en ese momento. A mi lado estaba uno de esos grandes monstros que la gente tanto temía. Cuando caí lastimado e inconsciente al rio ese amoroso pez me tomo amorosamente entre sus frentes y me llevo a la orilla para que no muriese ahogado y que los otros peses no me comiesen. Ese gran Ser se quedo ahí a mi lado cuidándome; se quedo ahí hasta que llego a mi padre a buscarme. Mi padre entendió a través de la mirada de este gran Pez lo que había sucedido y lo que el había hecho. El gran ser estaba ahí en aguas bajas cuidándome y esperando a que yo despertara; cuando me di cuenta de eso quise abrazarlo pero no pude. Le agradecí con mi sonrisa y el solamente me miro. Se que estaba lleno de felicidad porque salvo la vida de ese pequeño niño, travieso y juguetón que el gran espíritu de ese lugar tanto ama.

El gran pez a los pocos instantes se fue rio a dentro pero no fue la última vez que le mire. De hecho yo conocía muy bien los grandes animales de esa zona y siempre que jugaba por el rio ocasionalmente me tocaba verlos nadar. Había ocasiones en las que andaba con mis amiguitos y cuando veíamos un gran pez de estos acercarse, gritaban y salíamos corriendo. Yo me dejaba llevar por la emoción del momento y en esos momentos creía a esos peces capaces de devorarnos aunque Yo dentro de mi savia que no lo harían nunca conmigo. Ese día fue toda una gran experiencia. Cuando llegamos a casa mi padre y yo le contamos todo lo que sucedió a mi madre, al principio mi madre se angustio tremendamente por la historia que iba contando y por lo que le había platicado también mi papa. Pero ella se calmo cuando entendió que no me pasaría nada yo allá solo; aunque de ese día en adelante siempre tenían la precaución de decirme que tuviera cuidado con lo que andaba haciendo.

Eran días hermosos. Yo no tenía responsabilidades mas allá de las que me competiesen como pequeño hijo de un pescador. Mi casa era muy acogedora; estaba hecha a base de maderas, palma y bambú. Era muy fresca e iluminada. Teníamos hamacas donde dormíamos o a veces dormíamos en el piso alfombrado con paja seca y una manta grande de colores cafés y rojos. Desde la casa teníamos una vista muy bella del mar e inclusive cuando había marejadas nuestra casa no era afectada debido a los rompederos naturales que estaban entre ella y el mar. Cocinábamos siempre con maderas secas de la zona, los pescados le quedaban deliciosos a mi padre; técnica que me transmitió en los años venideros. Éramos una familia pequeña y muy feliz nada nos hacia falta, teníamos todo a la vez y nada al mismo tiempo, era curioso ver mi casa a veces medio vacía de cosas. Las herramientas de trabajo, pesca y de cocina todas ellas en sus respectivos lugares. Yo no tenía juguetes o cosas que se le parecieran como los demás niños. De hecho yo me divertía con todo lo que encontraba por ahí; desde jugar haciendo movimientos veloces con cangrejos de tamaños increíbles capaces te trozarle una pierna a un hombre si este se descuidaba. Yo jugaba con esos animales saltándolos de un lado a otro y hacia que me persiguieran; acepto que arriesgaba demasiado mi vida.

Los arrecifes eran preciosos. Siempre llenos de vida e inclusive en las noches subíamos al risco y veíamos el mar y nuestro pedazo de playa iluminado por la gran luna que cubría los despejados y estrellados cielos de aquellas noches. Mi padre era un excelente clavadista; yo nunca pude hacer lo que el hacia. Brincaba desde el risco y nadaba entre el arrecife buscando corales. Cuando el saltaba y hacia eso yo intentaba retener mi respiración desde lo alto tanto como el, pero tenia que respirar al menos unas 10 veces antes de que el saliese con caracoles o conchas del mar. Nunca entendí como mi padre podía hacer eso; mi madre decía que tenia pacto con sirenas y a veces mi padre celaba a mi mama con sirenas. En fin eran historias de todos los días.

Un día, una tormenta muy fuerte azoto nuestra playa. Tal vez fue igual de fuerte como cualquier otra tormenta fuerte que nos había visitado; pero ese día estaba muy asustado. Mi padre salió a asegurar sus trampas y sus cultivos marinos desde el risco. Mi madre y yo nos quedamos en casa; después de un tiempo mi madre salió tras el para regresar los dos juntos pero mi madre nunca regreso. Tiempo después solo regreso mi padre, el se sentó, me abrazo lloro conmigo, nos sentimos más solos y abandonados que nunca.

Esa tarde que mi madre fue a buscar a mi papá el estaba justo en problemas tratando de asegurar una de sus trampas. Mi madre se dispuso a ayudarle para que regresaran los dos juntos lo mas pronto posible porque yo estaba solo en casa. El oleaje empezó a ser más fuerte y sacudían las trampas y los lazos. Una de ellas se empezó a romper la soga y mi padre bajo a reparar mi madre lo apoyo desde donde pudo, pero fue inútil. Ella resbalo a causa de una ola que golpeo las piedras, el agua subió y llego hasta ella. Ella fue arrastrada por el mar, mi padre ahí tratando aun de salvar su vida presencio el evento. El vio como la vida de su amada y bella esposa fue arrebatada por el mar.

El ahí sosteniéndose de lo único que podía solo podía gritar 
–¡TE AMO! ¡YO TE AMO! ¡PERDONAMEEEEEE! ¡PERDONAMEEEEE! ¡LO SIENTO NO PUEDO HACER NADA! ¡PERDONAME POR SIEMPRE! ¡PERDONAME POR NO CUMPLIR MI PROMESA DE CUIDAR DE TI HASTA NUESTRA MUERTE! ¡PERDONAME POR HO HAVER PODIDO ENVEJECER JUNTOS! ¡PERDONAME POR HAVERTE HECHO VENIR AQUI! ¡PERDONAME POR EL TIEMPO QUE NO PASARE MAS CONTIGO! ¡PERDONAMEEEEEE! Perdóname…

Mi padre salvo su vida con las fuerzas que le quedaban. Sus trampas y jaulas se perdieron. El se sentó a la orilla del risco a mirar el mar embravecido, a orar por su esposa. A llorar por ella. A recordar aquel día como el día en que perdió al ser que mas amábamos el y Yo. Mi padre, derrotado regreso a la casa. Yo estaba ahí solo parado en la puerta divisando hacia el risco su momento de regreso, vi que solo venia una silueta caminando y supe que era la de mi padre. En esos momentos comprendí que jamás volvería a mi madre y que el último recuerdo que me quedo de ella fue su bezo en mi frente diciéndome que todo estaría bien y que me quedase esperándolos en nuestra casa. Ella nunca llego y nunca pensé en reclamarle pues fue su decisión partir. Tampoco tome rencor contra mi padre pues es lo que hizo fue tratar de salvar su trabajo en un día de tormenta.

Los días pasaron, se hacían meses y años. Yo seguí creciendo y veía aquel acantilado como un lugar distinto, un lugar hermoso lleno de colores, tan lleno de vida; el lugar donde mi madre decidió quedarse en espíritu. Los años pasaron, Yo crecía y mi padre se hacia mas viejo.  Fue muy difícil vivir sin ella, sin aquella gran mujer que nos amaba tanto y que nos cuidaba tanto. Nos esmeramos con empeño en hacer todo lo que ella dejo de hacer en nuestras vidas desde aquel incidente. El mar nunca nos trato mal, estábamos tristes y no salíamos a pescar muy seguido; pero el siempre nos regalo abundante pesca desde aquella dolorosa perdida.

Yo tenía 19 años, ya era todo un hombre. Era más alto que mi padre. Mi piel estaba requemada por el sol, era fuerte, era tan sabio como lo era mi padre y a los dos nos iba tan bien juntos como a una escuadrilla completa de botes de pesca. Teníamos el Don, el mar me había regalado su don. Un día estábamos pescando y los dos ahí en el mar nos miramos a los ojos recordando aquel día. Una tremenda emoción de ella nos invadió. Como cuando ella salía solo al poblado y mi padre y yo nos deteníamos y simplemente nos sentábamos a aguardar su regreso, intentos primero escuchábamos unos pasos y después aparecía su silueta. Era mi madre que venia de vuelta; nos ponía tan felices verla regresar tan alegre a nuestra playa. Esa misma sensación nos invadió ese día en el bote. Mi padre me dijo –Lo sientes y yo que comente –Si lo siento, es ella. Ella esta aquí papá. Su caña se movió súbitamente y atrapó algo. Lo que recogió fue su vestido que ella estaba utilizando ese día. Los dos reventamos en llanto y después una tierna voz nos empezó a hablar a los dos.

-Perdóname mi hijo amado. Perdóname por no haberte visto crecer. Mírate eres todo un gran hombre, eres tan apuesto como el día en que yo conocí a tu padre y me enamore de el. Vete como has crecido y lo has hecho bien ¡Eres un gran pescador! Todas las muchachas hablan de ti en el pueblo. Estoy tan orgullosa de ti hijo mío.

Tu mí amado esposo. Perdóname por haberte dejado solo desde aquel día; yo no hubiese deseado hacerte sufrir tanto como lo hice. Aun siento tus lamentos dentro de nuestros corazones y me desgarra pensar que te deje solo. Ahí en este mundo hermoso, sin mi compañía. Como hubiese deseado escuchar de nuevo un te amo o esas hermosas caricias que hacías en mi pelo para despertarme por las mañanas. Los amo tanto a los dos y me dolió tanto como a ustedes haberlos dejado solos.

Pero estoy muy orgullosa. Yo no se que hubiese hecho si tu mi amado esposo me hubieras dejado sola ese día. Yo ahí sin saber mantenerme, tu eras mi fuerza. Tu eras mi pilar y mi esperanza, tu eras mi aliento y mis alimentos de todos los días. Tu al igual que mi hermoso hijo eran la felicidad de mi vida. Yo no se que hubiese hecho si fueses tu el que nos sacara adelante. Yo sola ahí con mi hijo. Jamás hubiera podido lograrlo sin ti; y sin embargo tu lo hiciste. Mírate educaste a nuestro pequeño ahora es todo un hombre que esta al lado de su padre hombro con hombro pescando y no te ha abandonado no te ha dejado solo. Me da tanta felicidad el poderlos mirar desde el mar todos los días compartir y mis ojos se llenan de lagrimas el no poder estar ahí con ustedes. Los amo y los amare por siempre. Cuídense, cuídense mucho los dos; juntos estarán bien y nada les faltara.

Hijo estoy tan orgullosa de ti como me hubiese gustado el presenciar el día de tu unión con la más bella damita del poblado. Yo estaré aquí con ustedes siempre, desde el mar. Desde el mar donde ahora pertenezco y soy parte. Vivan libres…

Mi padre en esos momentos soltó el llanto y le pidió perdón. Ella ya no tenia nada que perdonar pues todo estaba decidido que así fuese. Mi padre lloro y lloro como nunca, me pidió perdón y me dijo que me amaba tanto como a su madre. Me dijo que la única razón que lo mantuvo vivo todos estos años fui yo. Su esperanza, la mezcla de su sangre y la de su amada. Fue por mí por lo que salimos juntos, fue por mí todas sus fuerzas. Fue gracias a mi que el se levanto y salimos adelante. Los dos juntos, solos sin ella…

-Padre no llores más que yo te amo y que estaré aquí contigo.

Padre no llores que ella sigue aquí pero no la podemos ver. Padre ella esta dentro de ti y jamás te dejo. Padre no llores más porque en algún día venidero no muy lejano volverás a estar junto con ella a su lado y las cosas las harás bien… ella te esperara…

“El aroma de la prenda que se atoro en la cuerda de mi padre aun olía a ella; pero no la conservamos. La desatamos de la cuerda y dejamos que se hundiera y se perdiera en la inmensidad del mar”

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